sábado, 8 de diciembre de 2007

Recuerdos de mi infancia en Cayastacito. Julio R. Buratti

Recuerdos de mi infancia en Cayastacito

Difícil ordenar todos los recuerdos de mi pueblo, ese que dejé cuando tenia 6 años y hoy casi cuarenta años después, por suerte, no se han borrado de mi memoria.

Jugando con tierra en la calle... Las calles eran... y continúan siendo de tierra. No había veredas, solo caminitos entre la cuneta y el alambrado, tampoco habías tapiales, entre el pasto... que no era césped.

Frente a casa, embarrándonos cuando llovía, corriendo de acá para allá, sin otro juguete que la misma tierra suelta en la que nos revolcábamos y nuestras manos... o a los sumo alguna ramita seca a la que dábamos forma - ayudados por nuestra imaginación- de revólver, espada, bastón, lanza o lo que se nos ocurra... Así nomas, en pata y en cueros.

Hoy viendo las publicidades de jabones en polvo, donde se manifiesta lo bueno que es que los chicos se ensucien jugando... ¡Nosotros nos ensuciabamos todos los santos días! ¡Indefectiblemente..! ¡Pobres nuestras madres! No tenían jabón en polvo, y se sacrificaban dejándonos ensuciar por nuestro bien y luego renegaban lavando a mano con jabón en pan, refregando las prendas en la tabla de lavar.

Nos hacíamos a un lado para que pase algún carro, volanta, sulky o paisano a caballo.

Todos nos saludaban al pasar, una simple mano levantada o cuando iba el tambero con su mujer podía oirse:

- Hola... Saludos a tu mamá... decile que mañana paso a tomar mate.

- Buenos doña ... Yo le aviso... Chau.

Por las mañanas el movimiento era mucho, los tamberos, luego de dejar sus tachos de leche en la cremería iban a hacer las compras... A la carnicería de Nica Bengoechea, a lo del Gringo Reynares, a la panadería de Zanutti, a el "Baratillo El Caburé" de María Ines.

La cremería los nucleaba a todos. "Chiquito Elizalde" era el encargado de la misma y también de hacer alguna que otra broma. Lo he escuchado contar cuando alguno de los paisanos que llegaba a dejar su producción, era apurado por necesidades fisiológicas e iba al baño, que era un excusado, una letrina... Chiquito espiaba y esperaba con paciencia que el pobre se hincara (Por supuesto no había inodoro) a dejar que sus urgencias salieran, para asentarle un fuerte golpe con un palo o una piedra sobre el techo de chapa, haciendo un estruendo terrible.

¡Imaginen semejante susto y mezcla de emociones! En el mismo momento que se consumaba la acción de alivio del vientre que venía torturando al pobre hombre, un estruendo terrible que no sabía si atribuir a una bomba, a un fuerte trueno o si había reventado la caldera de la cremería... Encima con los pantalones por el piso y la cola sin limpiar, era imposible una vez que se daba cuenta que se trataba de una broma, salir corriendo para ver quien fue el malhechor que la había perpetrado.

Lo más gracioso sería ver la cara del infortunado cuando volvía a juntarse con el resto de los tamberos.

Mi viejo, el "Titi" Buratti trabajo muchos años allí, nos traía dulce de leche en tarros de cartón, que con mi hermano Sergio y mis primos, o algún vecino, comíamos a cucharadas de la misma tapa del tarro, la que usábamos de plato.

Hace un tiempo, cuando se casó mi primo "Carlitos" -Que eligió hacerlo en el pueblo que lo vió nacer, a pesar de estar lejos mucho tiempo.- Pasamos por la cremería en ruinas, mi viejo recordó muchas cosas... Imagino el dolor que sintió de ver que ese lugar que antes tuvo tanta vida y dio trabajo a tanta gente se encuentre tan olvidado.

Tirados en una pieza encontramos viejos registros de los tamberos, algunos de los cuales probablemente transcriba en este sitio en otro momento.

Ir a comprar caramelos a lo de María Ines y pasar por la escuela mirando los lechuzones que estaban en el tanque de la escuela, ellos también parecía que se entretenían viendo pasar los chicos. ¿Por que nos seguían atentamente con su mirada con un giro increíble de sus cabezas? Probablemente esa atención no era entretenimiento, si no estar alertas ya que los mas vagos probaban puntería con sus hondas contra estos curiosos personajes.

Cuando falleció mi abuela, Doña Dalmira Ferreyra de Gerarduzzi, a quien tambien quisiera homenajear en este sitio, volví a Cayastacito y con mis primos Carlos y Hugo Noceda entramos a la escuela, las mismas hamacas, la caballeriza donde los chicos que venian del campo dejaban sus caballos.

Carlos recordó cuando entramos a una de las aulas, que detrás de ese pizarrón había quedado una regla recién comprada, la que vaya a saber por que travesura fué a parar ahí y que le costó algún castigo en su casa. Probablemente la regla aún estuviera allí, no quisimos develar el misterio...

Los barriletes hechos con dos medias cañas cruzadas, unidas al centro y escuadrando sus extremos con hilo de algodon.

El diseño más simple, el que no necesitaba la asistencia de mayores, solo dos cañas. Podía ser cuadrado, o más simpático quedaba en rombo... Luego se forraba con cualquier papel, de diarios, de bolsas ¿Por que no papel de barriletes?... No, para eso hace falta plata y si la teníamos comprábamos caramelos o chupetines.

Sacarle harina de la cocina a la madre, un tarrito cualquiera para ponerla y agregarle agua y ya estaba listo el engrudo, a veces nos pasábamos de agua y otra vez había que ir a "robar" un poco de harina. Siempre nuestras madres descubrían el robo con increíbles dotes de detective... Claro... siempre dejábamos el frasco fuera del armario y encima destapado, con restos de harina sobre la mesa.

El arte de colocar los tirantes, desde donde tiraría el hilo, era toda una ciencia, de eso dependía que las leyes aerodinámicas hicieran que fuera posible remontarlo. Sabíamos mucho de eso, aunque ni siquiera imaginábamos que una ciencia llamada física explicaba todo con complicadísimas fórmulas.

- ¿Mami... tenes trapos viejos?...

Sin dejar de planchar, con la plancha a kerosene (En Cayastacito no había luz eléctrica en ese tiempo), o sin descuidar la preparación del almuerzo:

- Fijate... En esa bolsa que está allá atrás, hay sábanas rotas...

Las sábanas eran las más adecuadas, por que permitían hacer tiras mas largas para fabricar la cola, además era tela liviana y facil de cortar, un cortecito en el borde y a tirar uno para cada lado... ¡Corte perfecto! Siguiendo una línea recta a través de la vieja tela.

No era muy común tener ese tipo de tela... No se tiraban sábanas viejas todos los días, a veces eran restos de repasadores o alguna remera o camiseta nuestra, que era la ropa que más se rompía. ¿Sería por que la ropa de chicos es de inferior calidad? Las dimensiones de estas prendas permitían listones muy cortos y así se formaba la cola de barriletes llena de nudos.

Si la cola era muy corta, con poco viento remontaba bien, pero se volvía inestable. Con cola más larga las oscilaciones eran mas suaves y el barrilete era muy estable, pero el viento debía ser más fuerte para poder remontarlo.

-¿Todo listo? Ponele el hilo. Dale... -Ordenaba alguno.

Se enrollaba en un palito que era doble propósito: Uno servir para enrollar el hilo sin que se enrede y otro era el límite hasta donde había que soltar el mismo. De lo contrario, quien lo tenía, entusiasmado por que el barrilete le pedía más hilo, se le escapaba de las manos al no percibir donde terminaba el ovillo y todos a correr para alcanzarlo.

No teníamos demasiados problemas para encontrar lugares sin obstáculos para remontarlos... Cruzábamos el alambrado de cualquier campo vecino al pueblo y listo.

Campo sobraba y no estaban sembrados, y a nadie le importaba que varios chiquillos se metan a remontar barriletes, solo algunas vacas miraban inquietas... Nos cuidábamos de no vestirnos de rojo para que no nos vayan a correr los toros.

- ¡Dale..! Vos tenelo que yo corro.

Y ahí se venía la carrera contra el viento para darle velocidad para que pudiera remontar. Una vez arriba era soltarle la mayor cantidad de hilo... Que hiciera una gran "panza".

- ¿Le mandamos un papelito?

Cortabamos papeles cuadrados, o en círculos... Debían ser de un papel mas o menos grueso. Le hacíamos un agujerito en el centro y le insertábamos el hilo...

- ¡Cuidado! Que no se escape...

.. El papelito llevando un sueño de pibe al cielo, remontaba lentamente por el hilo hasta llegar a su destino. ¿Andarán por allá por el cielo esos sueños todavía?

BaToCo Gente que hace y vuela barriletes.



Julio Ricardo Buratti
cayastacito@gmail.com

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Leyenda de la cina-cina. Fabian E. Garcia

Como comentario,o mas que un comentario,les diré que los otros días ví en un mensuario que saca el canal de cable local,sobre leyendas y la importancia de contarselas a los niños;pero como todo en este país,era sobre cosas del extranjero,y se me ocurrió,como una colaboración más con la página,contarles algunas que me contaba a mí mi abuela ANA,hija de franceses y casada con un español,sin embargo mas gaucha que ninguna,ahí vá:"La leyenda de la cina-cina"(entre paréntesis,creo que todo el mundo conoce el árbol,en el arroyo de cayastacito solía haber en cantidad).-

La leyenda de la cina-cina
Dicen que la cina-cina era una joven muy bonita,pero humilde,lavandera ella;y que un día se prendó locamente de un joven,hijo de una señora que le había dado ropa a lavar,y como se estaba por hacer un baile en el pago,ella pensó que si concurría y el joven la veía,a lo mejor la sacaba a bailar y hassta se enamoraba de ella;pero después con desesperación pensó que siendo ella tan humilde,que se pondría,y como se iba a fijar él en ella.-Compungida se fué a la orilla del arroyo donde lavaba la ropa,y se puso a llorar con amargura,hasta que en un momento dado sintió una presencia a su lado,levantando su cabeza,vió que era una señora muy elegante,que parecía que flotaba en el aire,la cual le dijo:"sé porqué estas llorando cina-cina,y estarás bonita,y él se prendara de vos,no llores más";y moviendo sus manos en rápido gesto,desapareció.-
Cina-cina,confundida,atinó a mirarse en las claras aguas del arroyo y con asombro vió que estaba ricamente vestida,y su cabellera vaporosamente peinada y adornada con unos hermosos prendedores de oro en forma de flor,lo que la hacía mas bella aún;al momento de marcharse llegó al lugar una bruja mala,(la anterior también lo era,pero buena)que viendo con envidia las flores de oro que tenía en el pelo,y para quitárselas,le hiso un encantamiento,transformándola en un árbol;pero la bruja buena a la distancia,viendo lo que pasaba,sin poder quebrar del todo el conjuro,le dió a las ramas en que se habían transformado sus brazos unas tremendas espinas,con las cuales cina-cina defendío a brazo partido sus flores de oro,y ya avanzada la noche,la bruja mala derrotada y sin poder llevarse ninguna de las flores,se marchó,dejando a la cina-cina,cansada,pero vencedora.-Así,al otro día,todo aquel que pasaba por el arroyo veía un árbol nuevo,con su copa toda desordenada,pero luciendo unas hermosas flores doradas con manchas rojas.-Claro,lo que nadie sabía que esas manchas rojas eran de la sangre de la bruja.-Desde entonces es muy común verla a la cina-cina,luciendo su melena desordenada por la lucha con la bruja,pero mostrando con orgullo sus flores de oro,aún con manchas de sangre.-

Fabian Eduardo Garcia

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